Con motivo del centenario de la reorganización de la Hermandad, la Mayordomía de la misma ha llevado a cabo un minucioso proceso de limpieza profunda sobre la antigua corona de Nuestra Señora de los Dolores, corona que fue adquirida en esos primeros años en los que el gremio de carniceros y chacineros de la Plaza de Abastos asumió los destinos de nuestra corporación.

Nuestra Hermandad es fundada en 1732 por la V.O.T. de los Siervos de María Santísima, los Servitas. Tras 192 años de carácter servita, los carniceros y chacineros de la Plaza de Abastos se hicieron con la corporación servita para revitalizarla y darle el carácter popular que hoy conocemos, sin perder el culto y devoción hacia nuestra Madre de los Dolores que nos dejaran los Siervos de María.

Con esta reorganización fueron muchos los enseres que se fueron adquiriendo, entre ellos, la actual peana de salida de 1925 o esta corona de plata de ley sobredorada al fuego, que formó parte de la indumentaria de Nuestra Señora de los Dolores en sus principales cultos y salidas procesionales hasta el año 1982, utilizándose en algunos cambios de la Santísima Virgen hasta principios de los años 90, cuando se dejó de utilizar por su mal estado de conservación.

Gracias a la magnífica labor de la mayordomía de la Hermandad, hoy podemos volver a contemplar con todo su esplendor esta corona que fue una seña de identidad de Nuestra Señora de los Dolores en aquellos años, tal como nuestros padres y abuelos la recuerden y guardan con mimo las estampas o fotografías en las que la Santísima Virgen portaba dicha presea.

Con esta profunda limpieza se han podido descubrir los sellos o contrastes de los orfebres que labraron esta corona, gracias a la gran labor de investigación de nuestro Mayordomo que junto a Alejandro Escobar, de Alesco Orfebreria, a la familia Valera y a Antonio Rangel han podido esclarecer la procedencia de la misma.
El año de ejecución de la corona los podemos situar entre los años 1926 y 1933. En los Archivos de la Hermandad no se hace referencia ninguna al año exacto de ejecución, pero si en 1934, año de la incorporación del Santísimo Cristo de las Misericordias, ya aparece una fotografía de la Santísima Virgen con dicha presea.
La corona se realizó en Córdoba por dos grandes talleres. El canasto y sus imperiales fueron realizados por José María González del Campo, excelente platero, orfebre y diseñador que nació en Sanlúcar de Barrameda en 1878 y que falleció en 1976 en Córdoba, ciudad en la que desarrolló su oficio a lo largo de medio siglo, tras haberlo aprendido en Sevilla, razón por la cual era conocido popularmente como ‘Pepito el sevillano’.

De sus manos salieron grandes obras de la platería cordobesas como la espada en plata, oro y esmalte para el general Llaneras, un San Rafael en plata y oro, el Blasón de Córdoba ejecutado en oro y esmalte para el Ayuntamiento de Córdoba, una orquídea para la Reina Sofía y un helicóptero para el Rey Juan Carlos, la restauración de la platería del palacio de Medina Sidonia o la casa del Marqués del Carpio. Y su trabajo más reconocido, la restauración de la Custodia de Arfe de la Catedral de Córdoba, que llevará a cabo en 1961. José María González del Campo fue en su juventud amigo de D. Antonio García Gómez, destacado miembro de la Junta de Gobierno de nuestra Hermandad en aquellas fechas, según testimonio de D. Antonio Rangel García.
La ráfaga está realizada en los talleres del insigne platero cordobés Antonio Merino Giménez y González de Aurioles, presidente del Ilustre Colegio de los Plateros de Córdoba, que fue contraste oficial de Córdoba. Existen dos posibles autores: Antonio Merino Giménez, o su hijo, Manuel Merino Castejón; ambos suelen presentar su marca con la inicial de su nombre y su primer apellido, el león rampante a la izquierda y enmarcado dentro de un escudo que parece tener los ángulos sin matar; este dato es muy significativo si tenemos en cuenta que el blasón usado por Manuel suele las esquinas marcadas.

Tanto en el puente de la corona como en la ráfaga podemos observar los punzones que han servido para realizar la investigación. En uno de ellos observamos el león rampante dentro de un escudo, propio de la ciudad de Córdoba. En otro observamos L916, cuya misión es señalar y a certificar la ley del metal utilizado en este caso plata de ley de 916 de pureza, que fue dorada al fuego. Y como no, los sellos de los plateros que intervinieron en dicha obra, MERINO Y J. GONZALEZ.

Se trata de una gran obra de orfebrería cordobesa que coronó a Nuestra Madre, tal como más tarde lo hizo otra pieza cordobesa para su Coronación Canónica. Una vuelta al esplendor de una presea que ha sido durante muchos años una seña de identidad de nuestra Titular y que pronto volveremos a contemplar en las sienes de nuestra Sierva, Madre y Reina de los Dolores.