En la noche de hoy, durante la celebración del primer día del Septenario a Nuestra Señora de los Dolores, ha tenido lugar la presentación y bendición del estandarte corporativo de la Hermandad, tras la restauración del bordado llevada a cabo por Ildefonso Jiménez.
Los trabajos han consistido en la limpieza, restauración, pasado a nuevo soporte de terciopelo y enriquecido de toda la pieza, con la retirada de elementos que no pertenecían a la misma. Se han añadido elementos nuevos, propios del estilo y de la época a la que pertenecen los bordados y la nueva ejecución de la faldilla, con diseño del propio bordador y con las mismas puntadas y materiales del resto del bordado.
Durante la restauración no ha aparecido ningún documento fehaciente ni ninguna firma que acredite la autoría de la obra. Sin embargo, según Ildefonso Jiménez, podemos atribuir con mucho fundamento su ejecución a las Hermanas Antúnez, insignes bordadoras, nacidas en la cercana localidad de Lebrija, que desarrollaron su labor profesional Sevilla, en el último tercio del siglo XIX. Su taller fue unos de los talleres de bordado más importante de la época y en él se formó Juan Manuel Rodríguez Ojeda, que revolucionaría posteriormente con sus creaciones la Semana Santa de Andalucía.
Del taller de las Hermanas Antúnez salieron importantísimas piezas para la Semana Santa de Sevilla y otras que están repartidas por gran parte de Andalucía, entre las que podemos destacar la túnica de los cardos de Jesús del Gran Poder; el palio y manto de la Virgen de la Piedad de Jerez, primitivo de la O de Sevilla; el palio actual y el antiguo manto de la Virgen del Mayor Dolor en su Soledad de la Hermandad de la Carretería; o el manto de Nuestra Señora de la Soledad del Santo Entierro de nuestra localidad, un manto que la Imagen de Nuestra Señora de los Dolores ha portado en muchísimas ocasiones entre los años 30 y 40 del siglo XX, lo cuál consta gráficamente en las estampas devocionales más populares de la época.
La atribución se ha basado fundamentalmente en tres parámetros. En primer lugar la composición y la ornamentación, tanto vegetal como geométrica del diseño. En segundo lugar los distintos tipos de hilo y la combinación de materiales que las Hermanas Antúnez utilizaban, como la muestra, el torzal, semillas, perfilados y escamados de lentejuelas, que están reflejados a la perfección en los bordados del estandarte, y por último, el estudio del tejido, es decir, los distintos tipos de puntos que las citadas bordadoras utilizaban como el zetillo, ladrillo y medias ondas que predominan en la pieza.
Con la nueva faldilla se ha recreado el estilo del bordado y se han utilizado los mismos materiales en oro fino, otorgándole una impronta de sabor añejo, aportando valor a una pieza que estaba muy deteriorada.
Además de los trabajos en el tejido, también se ha realizado una nueva estructura interna y se ha restaurado el asta de plata del siglo XVIII que la pieza posee, que es anterior al bordado y que anteriormente estaba en otra insignia de la que desconocemos su paradero. Estos trabajos han sido realizados por el orfebre cordobés Manuel Valera.
Rematando el conjunto se ha incorporado un nuevo cordón dorado y negro que abraza la pieza sobre la faldilla, con dos borlas de tocón que combinan la plata, el oro y el negro, propias, también de la época de los bordados, que han sido ejecutadas por Sergio Guzmán.
Se trata de la recuperación de otra nueva pieza de nuestro patrimonio, y en este caso, de la puesta en valor de una insignia de las más antiguas de la Semana Santa sanluqueña, atribuida a las Hermanas Antúnez que son el máximo exponente del bordado decimonónico.
Nuestra gratitud y nuestra más sincera enhorabuena a todos los artífices de esta recuperación histórica, pues gracias a ellos, nuestra principal insignia volverá a brillar con el esplendor con el que fue concebida en el siglo XIX. Una obra de arte casi olvidada, ha recuperado todo el brillo de su pasado y nos ha devuelto parte de nuestra historia y por ende, de la historia de la Semana Santa de Sanlúcar.